sábado, 23 de febrero de 2013

Sinfonía de carretera

Soy adicto a esta sensación de perpetuo movimiento. No soy yo quien lleva el volante, pero si soy yo quien vuela. Pego mis cachetes sobre el espejo y comienzo a tararear aquella canción en mi cabeza. El mar, los árboles, las montañas y hasta los mismos camiones de Coca, parecen bailar al tempo de la melodía de mi cabeza. Miro hacia en frente y en un hermoso plano medio veo de espaldas a aquellos adultos en silencio. ¿Qué se dirán? ¿Qué no se dirán? ¿Por qué callan? Y entonces reflexiono y entiendo que llevan mucho tiempo callados. La sinfonía termina y una fila nos espera. Detesto aquella sensación de ser el último, desde que tengo uso de la razón me siento invadido por esta terrible necesidad de llorar, pero no puedo, aquí no hay espacio para eso. Sigo teniendo 8 años, y eso me alegra, pero me pregunto... ¿Qué será de mi en unos... diez años? Seguro todo estará mejor, todo será seguro. Ninguna preocupación, seré un adulto responsable y así dejaré de sufrir y preocuparme por cosas tan tontas como la sinfonía de las cosas y los silencios de papá y mamá.
Sonrío. Y vuelvo a pegar el cachete al cristal, cierro los ojos y sigo volando, la música ha empezado a sonar de nuevo. 

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